Lo primero que hay que decir es que Japón es una tierra de contrastes. Hay chicas vestidas con kimono hablando con otras que llevan minifalda y el pelo teñido de rosa. Hay templos en mitad de las zonas comerciales, en los que la gente se para a rezar antes de entrar a comprarse una nueva funda para su ipod. Hay urbes inconmensurables sin cabida para el silencio y bosques magníficos en los que la paz es casi tangible.
¿Un templo junto a una tienda reggae? ¿Por qué no?
Eso sí, hay que decir que la sociedad nipona, a pesar de la impresión que puedan transmitir los tíos que salen a la calle disfrazados de personajes de anime, es increíblemente rígida. El trato en los restaurantes roza el servilismo, y nunca encontrarás a un japonés capaz de llevarte la contraria, independientemente de lo que piense. Por algo son después los reyes del estrés y de los suicidios…
En realidad están pensando que los turistas somos imbéciles
Otro ejemplo de esto es la pornografía. En Japón está prohibido mostrar imágenes de genitales, y como suele ocurrir cada vez que se reprime algo, el resultado es mucho peor. Así pues, la pornografía japonesa está llena de violaciones, pederastia y tentáculos, muchos tentáculos. Por no hablar de las máquinas expendedoras de braguitas usadas de colegiala…
Pero bueno, que me estoy desviando del tema. La verdad es que hay tantas cosas que contar de Japón: los centros comerciales de nueve plantas sólo de artículos tecnológicos, los jardines en los que cada piedra ha sido colocada en su posición exacta, godzilla, las katanas, la comida de plástico en los escaparates de los restaurantes, los tipos que trabajan comprimiendo a la gente en la hora punta del metro, el pachinko, el sumo, shibuya, el tren bala, el monte fuji…
El monte Fuji (nunca digáis el monte Fujiyama, que está mal dicho)
El cruce de Shibuya. Millones de personas y ni una sola te roza (igualito que en España)
Godzilla contra la polilla milenaria
Yo sin duda me quedo con lo que sentí al ver este altar abandonado. Estaba perdido en un bosque en el que los caminos eran galerías formadas por cientos de arcos de madera pintados de rojo (como el que se ve en la foto, pero en grande). Había estado toda la mañana lloviendo, y el aire parecía estar impregnado de misticismo, como si cada paso fuera a adentrarte más en una de esas antiguas leyendas japoneses, llenas de espíritus y dioses del bosque. Realmente sobrecogedor.
Mi lugar favorito de todo Japón
En fin, una experiencia increíble que me dejó un millón de anécdotas que estaré encantado de contaros en alguna ocasión.
5 comentarios:
Vaya, vaya, no sabía nada de tu viaje por tierras japonesas, ¡qué suerte!
Me ha encantado tu post, ahí contando lo profundo y lo original de sus tradiciones y excentricidades modernas. ¿Braguitas usadas de colegiala en máquinas expendedoras? :-S
Pareces un reportero de estos de documentales de viajes desenfadados y divertidos. Los paisajes tienen que ser asombrosos... una maravilla.
Del vídeo musical que no he visto dónde poner comentario, ya sabes que comparto tu elección de esta canción.
¡Qué preciosidad esta última foto! Y lo que debe de ser estar allí delante en vivo.
¿Para cuándo la siguiente entrada de Japón en el blog? XD
Jeje, gracias por los cumplidos! La pena es que a mi en vez de pagarme mi labor de reportero me cobraron el viaje!
La verdad es que los paisajes eran increíbles, y más todavía la sensación de cambiar de realidad en cuanto entrabas en los bosques, templos y jardines. Otro rato pondré más fotos(con el permiso de mi hermano, que fue el fotógrafo oficial).
Ah, y lo del video de The Killers ya está solucionado.
¡Qué envidia me das cochino ;P! (por si no te lo he dicho ya un millón de veces)
Tuviste en tus manos a Mothra y no pensaste en tus compañeros!!!!
Hubiese pagado lo que sea por esa maravilla.
¡Mal amigo!
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